A diferencia del mundo animal, regulado por la eficacia del instinto, la sexualidad humana se organiza alrededor de otros factores mucho más escurridizos: el deseo, el amor, las pulsiones. Como en una suerte de collage cubista, la brújula del instinto no funciona aquí y los seres humanos comprueban que no es nada fácil conjugar con éxito estas dimensiones. Además, en todo encuentro sexual el deseo se estructura inconscientemente -desde antes, incluso, de encontrar una pareja- a través de un singular fantasma que dicta las reglas de la relación: éxtasis, seducción, celos, posesión, inhibición, odio.
Massimo Recalcati, reputado psicoanalista y ensayista agudo, pone el foco en la idea freudiana de que todo acto sexual implica, como mínimo, a cuatro personas, porque no solo están presentes los amantes sino que a cada uno de ellos lo acompaña, en el inconsciente, su correspondiente fantasma. Y recurre también a una de las principales enseñanzas de Jacques Lacan -«la relación sexual no existe»; que es, a su vez, una espléndida boutade-, la disecciona y la convierte, por fin, en un interrogante que produce nuevos sentidos.